Volví a tropezar con esa piedra, cometí de nuevo aquel viejo error, volví a ser víctima de un engaño en el que busqué por todos los medios hallar el amor.
Y aquí quedé una vez más, vestida de gala sobre mis zapatos nuevos, esperando en vano a mi príncipe azul. Y así ahora, como algún tiempo atrás, me quito mis zapatos gastados ya de ir y venir al compás de las agujas del reloj, esperando a aquel que nunca llegó. Y así otra vez, con lágrimas negras y el maquillaje corrido, entierro las esperanzas vacías que me quedan y digo adiós...
Adiós a él, y adiós a la idea de formar una familia a su lado, adiós al hombre que sentí que podría ser el padre de mis hijos.
Un adiós, o al menos un retraso al único sueño que anhelo más que volver a pisar el salón blanco de Darok de la mano de aquel que me fue quitado.
Pero poco a poco voy descubriendo que mis sueños van de la mano, porque el único que puede darme aquello que más deseo, es precisamente aquel a quien me gusta recordar en soledad, aquel que me llevará de nuevo al mágico mundo de Darok... aquel a quien solía llamar Tod...
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