Y su principal herramienta es aquello que a muchos nos gusta llamar “amor”; que aquel que nunca se halla enamorado tire la primera piedra y diga que miento. Todos llevamos el estigma del primer gran amor grabado a fuego en el alma, aquel amor de la adolescencia (o quizás un poco después) donde se nos muestra un mundo hermoso al que entramos sin dudar y que nos atrapa en telarañas de dulzura y nos atormenta con lágrimas innumerables, esperanzas fallidas y corazones rotos… un mundo del que pasamos gran parte de la vida intentando salir, en la mayoría de los casos sin éxito.
Y cuando logramos mirar adelante y continuar, con la espina del amor clavada, envenenando para siempre nuestro corazón, con la esperanza de quizás encontrar a aquella persona con la que compartir el resto de nuestras vidas, la vida nos golpea una y otra vez colocando en nuestro camino a esos seres mágicos que nos envuelven en sueños y promesas y que cuando abrimos el cofre y le entregamos por fin ese corazón maltrecho, remendado, herido de muerte en tantas ocasiones, lo apuñala con una simple frase como “sos una mina buena y no quiero tomarte para la joda porque no lo merecés, no se va a cortar la relación, pero no quiero hacerte sufrir”. Y volvemos a hundirnos en la más profunda oscuridad, ahogándonos en llanto, caídos con las alas rotas y ya sin aliento, sin ya ganas de seguir, muertos en vida…
Pero afortunadamente existen en nuestra vida muchos seres que con su magia iluminan nuestro camino y nos extienden eternamente su mano para levantarnos y recostados en sus hombros seguir caminando, algunos los llaman ángeles, otros los llaman amigos, yo los llamo estrellas, las estrellas que cada noche me demuestran que no estoy sola y que aún en la más profunda oscuridad siguen brillando, iluminando mi camino, iluminando mi vida…
Quizás algún día aquél amor verdadero llegue a mi vida, quizás no, sólo me queda seguir esperando, luchando bajo la bandera de la esperanza para poder hacerle frente a esta vida sin dejarme vencer ante las incontables adversidades que me presenta día a día. Porque tal vez nunca lo encuentre, tal vez ya lo encontré y lo perdí, tal vez me espera a la vuelta de la esquina, pero el único remedio, la única manera de sobrevivir a esta enfermedad universal llamada “amor” es la esperanza, la esperanza de ser feliz…

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