Ella volvía a su casa, ese día el café donde trabajaba de
camarera había sido muy frecuentado y se le había hecho demasiado tarde. El
camino a su pequeño departamento no era muy largo, pero aún así se le helaba la
sangre al recorrer esas oscuras callejuelas sola, apretó aún más el bolso
contra su pecho y apuró el paso.
Estaba a punto de llegar a una esquina, cuando escuchó voces
que provenían del callejón perpendicular a la calle por la que ella caminaba.
Se detuvo, la adrenalina comenzó a correr por sus venas mientras su oído se
agudizaba para intentar entender qué sucedía, dudó por un momento ¿debía seguir
caminando rogando no ser vista o dar media vuelta y correr en dirección
contraria? Suspiró y asomó lentamente la cabeza por la esquina buscando en la
oscuridad, apenas vencida por los gastados faroles, el origen de aquellas
voces.
Un hombre de pie, de espaldas a ella reía y hablaba en tono
burlón, mientras en el suelo, otro hombre más joven parecía agonizar de dolor,
mientras con su mano derecha tocaba el lugar donde debía estar su brazo
izquierdo, amputado.
Ella entonces lanzó un pequeño grito ahogado por sus manos,
el hombre de pie giró hasta verla y sonrió. La adrenalina que corría por sus
venas accionó su cuerpo y sobreponiéndose al terror gritó firmemente, mintiendo:
-¡Ya llamé a la policía! ¡deben estar por llegar en
cualquier momento!-
El hombre de pie sonrió y se esfumó en el aire, ella miró
con desesperación hacia donde él había estado parado, pensando que quizás se
había vuelto loca, ¿sería todo producto de su imaginación o habría una realidad
más oscura detrás de aquellos hombres?. De pronto, el sonido de una risa
burlona en su espalda la paralizó, con temor giró la cabeza y vio tras de sí a
aquel hombre sonriendo en forma terrorífica. Él tomó con fuerza su mano y la
mordió, un agudo dolor recorrió sus venas.
-Mmm, parece que al menos vas a tener una última cena- dijo
él mirando al hombre en el piso y sin borrar esa mueca de su rostro la empujo
hacia dentro del callejón antes de desvanecerse en el aire.
Ella aún estaba paralizada, la adrenalina recorría sus
venas, pero por alguna razón no sentía ya miedo. Un quejido a su espalda la
hizo reaccionar y caminó entonces hacia aquel hombre tirado en el suelo. Corrió
con cuidado sus mechones rubios hasta ver su rostro, líneas rojas lo surcaban y
sus ojos tristes le regalaron una mirada de resignación.
-Decime qué hago- dijo ella con voz desesperada -¿cómo te
ayudo? ¡¿qué hago?!-
-Nada- dijo él suavemente –este es mi destino-
¿Qué podía hacer? No podía simplemente dejarlo morir así. El
ardor en su mano le recordó de pronto a aquel otro hombre…
-Sos…- dijo ella con voz entrecortada –son… ¿vampiros?-
Él le dedicó una nueva mirada pero no emitió sonido. Sin
pensarlo demasiado ella se quitó su abrigo, y corrió su remera dejando a merced
del frío de la noche su blanca piel.
-Por favor no me mates- dijo antes de colocar su cuello
delante del rostro de aquel extraño y cerró los ojos.
Un agudo dolor la estremeció, las lágrimas corrieron por su
rostro pero se negó a abrir los ojos, en su mente miles de dudas y temores la
inundaron y poco a poco sintió el calor abandonar su cuerpo. Ya no había lugar
a dónde huir, así que simplemente se dejó llevar.
-Gracias- fue lo último que escuchó antes de quedarse
dormida.
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