Camino una senda sinuosa y oscura, bajo una garúa constante
que me confunde y me hace perder el paso. Pero entre la niebla espesa que cubre
mi vida puedo distinguir una luz… un punto en la distancia apenas, y hacia ese
punto camino.
Y más me acerco, paso a paso, esa pequeña estrella se va
convirtiendo poco a poco en un brillante sol, y quedo paralizada ante su
esplendor, y así, poco a poco la niebla se dispersa y mi corazón respira y
vuelve a latir con su luz, con la fuerza vital que esa energía solar hace
correr nuevamente en mis venas.
Y un poco cegada me acerco a ese sol y, aunque millas y
millas me separan aún de él comienzo a ver su verdadera esencia, y descubro que
ese sol no es un sol, sino un dios alado que se ocultó durante años tras un
nombre falso. Y totalmente fascinada sigo caminando.
Y a medida que me acerco noto que mi dios alado está herido,
agonizante casi, sufriendo en el piso con las alas rotas e incapaz de notar
cuánta luz y cuánto poder reside aún en su interior. Y sin miedo me acerco a él,
y en un segundo de ensueño acaricio su rostro herido, empapado en lágrimas y en
una mirada atraviesa mi alma, y ya no hay vuelta atrás.
Y así se sella mi destino, nuestro destino. Y en un sueño mi
vida da un giro y las dimensiones se unen, ya no distingo la fantasía de la
realidad, mi dios es humano y es un dios y yo soy su sierva y su compañera, soy
su amante y su amiga. Y lo beso, y lo amo, y me hace suya, y lo hago mío, y nos
hacemos nuestros.
Y en ese momento despierto, miro mis manos vacías, lo busco
en mi cama, estoy sola. Miro por la ventana, el cielo está azul, una suave
brisa mueve los árboles, y yo continúo así mi vida, bajo un sol que no me da
calor ni es capaz de romper la niebla que cubre mi alma. Y todo pierde sentido,
sólo hay un deseo en mí, encontrarlo a él.
Y a través de una ventana que separa continentes te
descubro, amigo, maestro que durante años cuidaste de mí entre velos. Y en tus
ojos descubro esa luz que en mi sueño irradió mi dios antiguo, y puedo ver tu
dolor, y puedo verte llorar en silencio. Y te prometo amor mío desarraigar de
tu alma todo ese dolor y colocar en su lugar todo el amor que esta simple
humana puede brindarte. Y aunque el camino es duro, casi insondable, sigo
caminando, luchando. Yo sanaré tus alas y en tus brazos me llevarás a volar
hasta encontrar juntos nuestro lugar en el mundo, ese lugar donde podamos ser
felices sin pero alguno. Donde seamos uno.
Porque mi alma es tuya, y algún día tomarás mi cuerpo para
dejar en él tu marca antigua y para hacer de esta esclava, tu propiedad
absoluta.