Cada día me doy cuenta lo difícil que es en esta sociedad ser distinto, pensar distinto, opinar distinto. Aún en los ámbitos de debate parece ser un ataque decir “no estoy de acuerdo”, aún en aquellos espacios donde sus integrantes se jacten de llamarlos de democracia se encuentra presente la coerción. La represión por parte de precisamente aquellos que manifiestan a viva voz su rebeldía, su inconformismo, su sufrimiento por ser cuestionados y “marcados” por ser coherentes en sus acciones con su forma de pensar.
Yo quisiera saber, ¿hasta qué punto podemos hablar de rebeldía cuando actuamos de igual manera que la sociedad toda? ¿hasta dónde podemos llamarnos rebeldes cuando somos fácilmente convencidos con discursos de libertad por fuera y dominación leídos sólo un poco entre líneas? ¿cómo podemos llamarnos rebeldes si nos comportamos de la misma manera que aquellos que criticamos? ¿cómo podemos llamarnos revolucionarios cuando los ideales que nos mueven son los mismos que mueven a los grandes dictadores? ¿hasta qué punto somos revolucionarios si nos molesta incluso que los demás respiren, bajo la excusa que gastan el aire de los que menos tienen? ¿qué clase de revolucionarios somos si enumeramos las cosas que “los de arriba” hacen mal y nos quedamos esperando que “los de arriba” empiecen a hacer las cosas bien? ¿qué clase de defensores de la igualdad de derechos somos si desprestigiamos a quien intenta, al menos, hacer las cosas bien, sólo por el hecho de pensar distinto, sólo por el hecho de llamarse “de derecha”, o sólo por el hecho de decir: “no estoy de acuerdo con la política de Chávez, de Fidel o de cualquier otro de los ídolos modernos de los autodenominados revolucionarios”? ¿hasta qué punto aquellos que nos llamamos revolucionarios no somos títeres de los grandes que pretenden mantenernos ocupados “luchando por la revolución” mientras “bajan” a los “de arriba” y se ubican en su lugar? ¿cómo podemos ubicarnos bajo el estandarte de la libertad de expresión cuando somos los primeros en decir: “yo tengo razón, vos no”? ¿hasta dónde llega la libertad de expresión cuando no se permite que alguien diga “no estoy de acuerdo, quiero irme” sin ser severamente cuestionado, no escuchado y ridiculizado por aquellos mismos que se jactaron de ser “compañeros en la lucha por el futuro que merecemos”?.
Cuidado con lo que deseamos, no sea cosa que el futuro que merecemos esté muy lejos del futuro que nos gustaría merecer.